Más que una aseveración como la mencionada anteriormente, se debería fomentar una concientización de lo que implica el matrimonio. Para que cuando se vaya a tomar la decisión de casarse, ésta, se convierta en un auténtico (Sí) basado en el amor y en la consciencia de lo que implica.
Los matrimonios forman la familia y la familia a su ves forma la sociedad; si queremos una sociedad sana, debemos de luchar por dar a conocer la verdad, sin atemorizar, sin crear miedo o repulsión hacia el matrimonio, por el contrario, debemos dar testimonio por aquellos matrimonios comprometidos, que con entrega total en cuerpo y alma son ejemplos de vida para todos nosotros. El ejemplo arrastra y ayuda a ver aquella realidad que a lo mejor no nos tocó vivir, que no creemos que pueda ser o nos han hecho creer que no puede existir.
La felicidad a la que aspiran los cónyuges adultos y maduros, consiste en la armonía de sus relaciones y no en una felicidad de cuento de hadas en donde no existen penas, crisis, dificultades o conflictos. El verdadero reto no es el no sufrir o no tener problemas sino el llegar a lograr una armonía donde exista una comunicación adecuada, intimidad y pasión basada en el respeto profundo, donde el otro sea acogido, comprendido como ser humano pero sobre todo aceptado con sus defectos y virtudes, logrando un conocimiento y entendimiento real entre la pareja. Es importante que la pareja logre acuerdos que les permita desarrollarse en todas las áreas tanto personales como de pareja.
Por ello no podemos seguir aceptando los rumores de que hoy en día todos los matrimonios fracasan, ciertamente es un problema grave que enfrentamos como sociedad pero tiene solución y dependerá de lo que cada matrimonio actual esté dispuesto a hacer en su matrimonio y a trasmitir a su entorno sobre el significado de el amor conyugal y de que hoy en día los matrimonios exitosos siguen existiendo.
Dedicado a un niña llamada Esther...
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